A pesar de que contamos con suficiente
material bibliografía para testimoniar este fragmento histórico, amerita difundir
en este blog por separado cada autor y su texto, para que los lectores saquen
sus propias conclusiones.
Entre las publicaciones que
se conocen acerca de los añejos y legendarios ombúes de la Aguada de
Pueyrredón, sin duda que ‘Bocetos biográficos y recuerdos’, un capítulo del
libro LA TRADICION PUNTANA de Juan W. Gez (Año 1916) es el material más valioso
que encontramos para compartir, sobre este tema en particular.
Tal cual expresa el texto
introductorio ‘El profesor don J. W. Gez
conocido y aplaudido autor de obras de historia argentina, ha publicado un
libro con el título de «La Tradición
Puntana», colección de bocetos biográficos y recuerdos de hombres y cosas
de San Luis.
Como
contribución a los estudios de la historia nacional, tiene mucho valor, pues, aparte de abarcar la vida de próceres, trae noticias interesantísimas acerca de hechos
poco difundidos.
En una Síntesis, el historiador expresa que ‘la Sociedad Forestal Argentina ha tomado
la patriótica iniciativa de fomentar en todo el país el amor al árbol y la
particular protección a los que están vinculados, por hechos históricos, a la
tradición nacional.
En las
publicaciones hechas con este loable propósito, no figura la provincia de San
Luis, pues hasta se ha llegado a negar el origen histórico de los ombúes que
existen al pie de la sierra, debido a una incompleta y mala información. A
subsanar esa notoria deficiencia tiende este breve trabajo, estando obligado,
por otra parte, a robustecer la verdadera tradición sobre algunos árboles, de
los cuales me he ocupado, aunque incidentalmente, en mis estudios del pasado
puntano.
El
árbol histórico más antiguo que existe en nuestra provincia es el Nogal de la Estanzuela. Según los
informes de antiguos vecinos y de los descendientes de D. David Levigstone, que
hace más de medio siglo adquirió la estancia de ese nombre, ese Nogal, es el
último representante vivo del huerto que cultivaron los jesuitas, a partir de
1753, hasta la época de su expulsión, ordenado por el rey Carlos III, catorce
años después.’
Juan W. Gez, se refiere a otros árboles añosos, que en
este momento, no son motivo de nuestro análisis. Es por ello que nos
centraremos en sus dichos, referidos a
Los ombúes de
Pueyrredón
En la
falda occidental donde termina la hermosa sierra puntana o Punta de los
Venados, existe un lugar muy pintoresco llamado desde los más remotos tiempos Aguadita, debido a un cristalino
manantial que se desliza por entre la breña y se reúne en un estanque al pie
mismo de la montaña. Desde este sitio se domina un paisaje interesante y
variado que abarca hasta el lago Bebedero y sierra del Gigante, siendo visible
también, en los días serenos y de atmósfera diáfana, las cumbres de la
cordillera andina.
Allí fue a fijar su residencia, a fines de
1812, el ilustre general Juan Martín de Pueyrredón (1), proscripto de Buenos
Aires a consecuencia de la revolución de octubre, que desalojó del poder a los
primeros triunviros.
Acompañábale
su hermano el distinguido oficial José
Cipriano Pueyrredón, quien se trasladó con su corta familia, de la cual
formaban parte dos encantadoras chiquillas: Victoria e Isabel.
El General compró la finca a don Maximino
Gatica y al cura de San Luis, fray Cayetano Dabal, dos excelentes patriotas que facilitaron el negocio,
poniendo a salvo los escrúpulos del ilustre desterrado, a quien se había
pensado regalarle el terreno; pero como se negaron rotundamente a aceptarlo en
esas condiciones, fue necesario estipularle precio, contra los generosos deseos
de sus dueños y del vecindario.
Era
honroso para el pueblo de San Luis tener como huésped a uno de los héroes de la
conquista y defensa de Buenos Aires en 1806 y 1807 y que después, al abrazar
con fervor la causa revolucionaria, la sirvió con su pensamiento y acción, como
en la retirada del desastre de Huaquí, salvando con aquella hábil maniobra los
caudales de Potosí, para abastecer el ejército del Norte.
Entre
las escabrosidades de la querida sierra pasó sus días el patricio, resignado, pero
lleno de entereza y de fe, esperando el momento propicio para volver a la
escena.
He
referido en otra parte la predilección que tenía el General por aquellos
hermosos árboles del litoral argentino. Y debo agregar, como un detalle
interesante, que dichas plantas fueron
llevadas en unos barriles por unas carretas de tránsito para Mendoza.
Entonces
el camino principal a Buenos Aires recorría el Valle del Chorrillo y poco antes
de llegar al conocido Ojo de Agua, se internaba hacia en norte, pasando por el
abra que existe entre el grupo granítico de las canteras y la falda de la
sierra, o sea por la misma .Aguada de Pueyrredón.
Nos es
forzoso referir otros antecedentes para evidenciar las buenas fuentes de
nuestras informaciones. En 1882 fue a
San Luis el talentoso compatriota Rafael Hernández, a cumplir una misión
como vocal inspector del Consejo
Nacional de Educación. Este caballero era nieto de José Cipriano Pueyrredón e hijo de Isabel, la niña que acompañó a su padre y a su tío en aquel retiro
obligado de la sierra puntana.
Durante
su permanencia en San Luis, asistió a
una fiesta literaria en el Liceo Social, en cuyo acto Emeterio Pérez (2) leyó su hermoso canto a La Libertad, dedicado a la memoria de José Hernández, autor del poema nacional Martín
Fierro y hermano del distinguido huésped.
Cuando
el poeta puntano terminó la vibrante lectura de sus versos, el Sr. Hernández,
en una brillante improvisación, agradeció el homenaje, diciendo que era digno
de la alta cultura local y manifestó su viva simpatía y su gratitud por San
Luis, cuya generosa hospitalidad había albergado, como en su propio hogar, a
sus ilustres antepasados en la triste época de su destierro.
Cuando
vine a Buenos Aires, tuve el honor de merecer la amistad del señor Hernández,
de cuyo múltiple talento era admirador, y entonces le oí referir, en repetidas ocasiones, aquella tradición de los Ombúes
de Pueyrredón y otros interesantes detalles de familia durante la época de
su permanencia en San Luis.
Esta
venerable patricia le había recomendado el año
1883, en circunstancia en que iba a San Luis, visitara la Aguada de Pueyrredón
y la casa de piedra donde había habitado en tan remotos tiempos con su
padre y su tío el General, recordando que allí debían existir aun los ombúes plantados por el patricio. Y luego el
coronel Mom agrega textualmente: El testimonio de esa señora sobre el origen de
esos árboles (a quien Rafael habrá oído, pues a la muerte de su señora madre,
quedo con ella y llamaba mamá) es, como decía, de prueba plena y concluyente, porque fue testigo ocular de su adherencia
a la tierra; porque guardaba una memoria fidelísima de todo; era veraz por
excelencia y porque en definitiva ningún interés podía tener en alterar la
naturaleza de un hecho que no pudo imaginar fuera materia de controversia..
Después de otras consideraciones que no incluyo por no hacer más largo este
trabajo, se llega tener la plena certeza
de que esos ombúes fueron plantados por el general Pueyrredón.
La Aguadita, pertenecía en los últimos tiempos a un francés, entusiasta admirador del gran Napoleón. El genio militar y político y las singulares proezas de ese hombre extraordinario eran el tema favorito de su conversación. Un día al referirse a las campañas del ejército francés en España, se citó el triunfo de Belchite. Este nombre le cayó en gracias y, en un rasgo de buen humor, dijo que renunciaba al título de .coronel que le habían dado sus contertulios para tomar el de conde de Belchite.
REFERENCIAS:
(1) Juan Martín de
Pueyrredón: En esta instancia, solo adjuntaremos una breve referencia
biográfica. El tomo 32 de la Gran Enciclopedia Universal, editada por Clarín,
en su página 9.687, publica datos biográficos de Juan Martín de Pueyrredón,
definiéndolo como militar y político argentino. Destaca textualmente, entre
otros párrafos, que ‘Tras la Revolución
de Mayo, fue gobernador intendente de Córdoba y actuó en el Ejército del Norte.
Remplazó a Sarratea en el Primer Triunvirato (marzo-octubre de 1812) y fue
confinado en San Luis, tras el derrocamiento del gobierno. Por sugerencia de
San Martín, el Congreso de Tucumán, lo nombró Director Supremo en 1816.’
(3)
Emeterio Pérez: Primer poeta puntano que publicara sus poemas en el libro
‘Penumbras’. Este fragmento nos habla de su sensibilidad literaria. ‘¡Cuanta ventura para
el alma encierra
Tras larga lucha con la suerte
impía,
Volver a hallar en la nativa
tierra
El objeto que fue de su
alegría!’
Allí, en ese local de la calle
Belgrano, denominado Liceo Artístico en honor de Hernández leyó Emeterio Pérez
los endecasílabos de su poema .La libertad., celebrado y reproducido después en
algún periódico porteño.