sábado, 22 de diciembre de 2012

Aguada de Pueyrredón.


A pesar de que contamos con suficiente material bibliografía para testimoniar este fragmento histórico, amerita difundir en este blog por separado cada autor y su texto, para que los lectores saquen sus propias conclusiones.

Entre las publicaciones que se conocen acerca de los añejos y legendarios ombúes de la Aguada de Pueyrredón, sin duda que ‘Bocetos biográficos y recuerdos’, un capítulo del libro LA TRADICION PUNTANA de Juan W. Gez (Año 1916) es el material más valioso que encontramos para compartir, sobre este tema en particular.

Tal cual expresa el texto introductorio ‘El profesor don J. W. Gez conocido y aplaudido autor de obras de historia argentina, ha publicado un libro con el título de «La Tradición Puntana», colección de bocetos biográficos y recuerdos de hombres y cosas de San Luis.

Como contribución a los estudios de la historia nacional, tiene mucho valor, pues, aparte de abarcar la vida de próceres, trae noticias interesantísimas acerca de hechos poco difundidos.

 Es interesante la lectura de ubicación y referencias de estas verdaderas reliquias vegetales, diseminadas en diferentes paisajes de la geografía sanluiseña, pero nos referiremos en especial a los ombúes de Pueyrredón, ya que se han cumplido 200 años en que sus raíces se aferraron al suelo puntano.

Sin echar a volar nuestra imaginación, dejaremos que Juan W. Gez, nos diga desde sus páginas que es lo que investigó al respecto. La transcripción, será textual pues respetaremos su estilo literario y cada párrafo de su trabajo.

En una Síntesis, el historiador expresa quela Sociedad Forestal Argentina ha tomado la patriótica iniciativa de fomentar en todo el país el amor al árbol y la particular protección a los que están vinculados, por hechos históricos, a la tradición nacional.

En las publicaciones hechas con este loable propósito, no figura la provincia de San Luis, pues hasta se ha llegado a negar el origen histórico de los ombúes que existen al pie de la sierra, debido a una incompleta y mala información. A subsanar esa notoria deficiencia tiende este breve trabajo, estando obligado, por otra parte, a robustecer la verdadera tradición sobre algunos árboles, de los cuales me he ocupado, aunque incidentalmente, en mis estudios del pasado puntano.

 
Los que voy a mencionar marcan grandes etapas de la historia local, debiendo también citar algunos que ya no existen, pero cuyo recuerdo queda vinculado perpetuamente a la tierra que los sustentó. Entre estos últimos están los caldenes de la Ensenaditas de las Pulgas, a orillas del Río V, donde fue sacrificada la infantería puntana el año 1821 por las hordas del caudillo chileno José Miguel Carrera, y el verde retamo de la Cabra, cerca del Desaguadero, donde fue clavada la cabeza del infortunado general Mariano Acha por los sicarios de la tiranía.

 
El árbol histórico más antiguo que existe en nuestra provincia es el Nogal de la Estanzuela. Según los informes de antiguos vecinos y de los descendientes de D. David Levigstone, que hace más de medio siglo adquirió la estancia de ese nombre, ese Nogal, es el último representante vivo del huerto que cultivaron los jesuitas, a partir de 1753, hasta la época de su expulsión, ordenado por el rey Carlos III, catorce años después.’

Juan W. Gez, se refiere a otros árboles añosos, que en este momento, no son motivo de nuestro análisis. Es por ello que nos centraremos en sus dichos, referidos a

Los ombúes de Pueyrredón

En la falda occidental donde termina la hermosa sierra puntana o Punta de los Venados, existe un lugar muy pintoresco llamado desde los más remotos tiempos Aguadita, debido a un cristalino manantial que se desliza por entre la breña y se reúne en un estanque al pie mismo de la montaña. Desde este sitio se domina un paisaje interesante y variado que abarca hasta el lago Bebedero y sierra del Gigante, siendo visible también, en los días serenos y de atmósfera diáfana, las cumbres de la cordillera andina.

 
Allí fue a fijar su residencia, a fines de 1812, el ilustre general Juan Martín de Pueyrredón (1), proscripto de Buenos Aires a consecuencia de la revolución de octubre, que desalojó del poder a los primeros triunviros.

Acompañábale su hermano el distinguido oficial José Cipriano Pueyrredón, quien se trasladó con su corta familia, de la cual formaban parte dos encantadoras chiquillas: Victoria e Isabel.

El General compró la finca a don Maximino Gatica y al cura de San Luis, fray Cayetano Dabal, dos excelentes patriotas que facilitaron el negocio, poniendo a salvo los escrúpulos del ilustre desterrado, a quien se había pensado regalarle el terreno; pero como se negaron rotundamente a aceptarlo en esas condiciones, fue necesario estipularle precio, contra los generosos deseos de sus dueños y del vecindario.

 
Era honroso para el pueblo de San Luis tener como huésped a uno de los héroes de la conquista y defensa de Buenos Aires en 1806 y 1807 y que después, al abrazar con fervor la causa revolucionaria, la sirvió con su pensamiento y acción, como en la retirada del desastre de Huaquí, salvando con aquella hábil maniobra los caudales de Potosí, para abastecer el ejército del Norte.

Entre las escabrosidades de la querida sierra pasó sus días el patricio, resignado, pero lleno de entereza y de fe, esperando el momento propicio para volver a la escena.

 
Personalmente dirigía la construcción de una casa y para distraer sus ocios cultivó un huerto, al cual hermoseó con los mejores árboles frutales de la región. Fue en esa oportunidad que hizo llevar de su chacra de San Isidro, provincia de Buenos Aires, unos tres pequeños ombúes y los plantó en las proximidades de su habitación.

He referido en otra parte la predilección que tenía el General por aquellos hermosos árboles del litoral argentino. Y debo agregar, como un detalle interesante, que dichas plantas fueron llevadas en unos barriles por unas carretas de tránsito para Mendoza.

Entonces el camino principal a Buenos Aires recorría el Valle del Chorrillo y poco antes de llegar al conocido Ojo de Agua, se internaba hacia en norte, pasando por el abra que existe entre el grupo granítico de las canteras y la falda de la sierra, o sea por la misma .Aguada de Pueyrredón.

Nos es forzoso referir otros antecedentes para evidenciar las buenas fuentes de nuestras informaciones. En 1882 fue a San Luis el talentoso compatriota Rafael Hernández, a cumplir una misión como vocal inspector del Consejo Nacional de Educación. Este caballero era nieto de José Cipriano Pueyrredón e hijo de Isabel, la niña que acompañó a su padre y a su tío en aquel retiro obligado de la sierra puntana.

Durante su permanencia en San Luis, asistió a una fiesta literaria en el Liceo Social, en cuyo acto Emeterio Pérez (2) leyó su hermoso canto a La Libertad, dedicado a la memoria de José Hernández, autor del poema nacional  Martín Fierro y hermano del distinguido huésped.

Cuando el poeta puntano terminó la vibrante lectura de sus versos, el Sr. Hernández, en una brillante improvisación, agradeció el homenaje, diciendo que era digno de la alta cultura local y manifestó su viva simpatía y su gratitud por San Luis, cuya generosa hospitalidad había albergado, como en su propio hogar, a sus ilustres antepasados en la triste época de su destierro.

 
Al día siguiente fue con varios caballeros a visitar el histórico lugar de la Aguada y refirió saber, por tradición de familia, que aquellos ombúes los había plantado con sus propias manos el general D. Juan Martín de Pueyrredón. Momentos antes de regresar a la ciudad, escribió con un carbón en la pared de la casita de piedra unos versos llenos de ternura e inspiración, dedicados a rememorar la permanencia en aquellos agrestes lugares de la virtuosa joven que le diera el ser.

Cuando vine a Buenos Aires, tuve el honor de merecer la amistad del señor Hernández, de cuyo múltiple talento era admirador, y entonces le oí referir, en repetidas ocasiones, aquella tradición de los Ombúes de Pueyrredón y otros interesantes detalles de familia durante la época de su permanencia en San Luis.

 
Finalmente, deseoso de reunir mayores pruebas, acerca de cuanto he referido, me dirigí, después de escritas estas líneas, al caballeresco coronel Rodolfo Mom, descendiente del general Juan Martín de Pueyrredón, así como su esposa lo es de D. José Cipriano, pidiéndole le trasmitiera la tradición de familia relacionada con aquellos ombúes. Acaba de contestarme diciéndome que está felizmente, habilitado para satisfacer mi pedido, no sólo por diversas relaciones escuchadas entre las viejas gentes de su casa, sino en épocas más cercanas por el testimonio, por muchas razones indubitables, de su pariente y abuela de su esposa doña Victoria Pueyrredón.


Esta venerable patricia le había recomendado el año 1883, en circunstancia en que iba a San Luis, visitara la Aguada de Pueyrredón y la casa de piedra donde había habitado en tan remotos tiempos con su padre y su tío el General, recordando que allí debían existir aun los ombúes plantados por el patricio. Y luego el coronel Mom agrega textualmente: El testimonio de esa señora sobre el origen de esos árboles (a quien Rafael habrá oído, pues a la muerte de su señora madre, quedo con ella y llamaba mamá) es, como decía, de prueba plena y concluyente, porque fue testigo ocular de su adherencia a la tierra; porque guardaba una memoria fidelísima de todo; era veraz por excelencia y porque en definitiva ningún interés podía tener en alterar la naturaleza de un hecho que no pudo imaginar fuera materia de controversia.. Después de otras consideraciones que no incluyo por no hacer más largo este trabajo, se llega tener la plena certeza de que esos ombúes fueron plantados por el general Pueyrredón.

 
Y para concluir, debo explicar de dónde provino el nombre de Belchite, con que indebidamente pretenden algunos llamar a ese histórico, ahora en pleno anhelo de restauración nacionalista.
 
La Aguadita, pertenecía en los últimos tiempos a un francés, entusiasta admirador del gran Napoleón. El genio militar y político y las singulares proezas de ese hombre extraordinario eran el tema favorito de su conversación. Un día al referirse a las campañas del ejército francés en España, se citó el triunfo de Belchite. Este nombre le cayó en gracias y, en un rasgo de buen humor, dijo que renunciaba al título de .coronel que le habían dado sus contertulios para tomar el de conde de Belchite.

 
Ahora yo pregunto si algún puntano ilustrado se atreverá a substituir por este nombre el que le ha dado, con tanta justicia, la honrosa tradición local: Aguada de Pueyrredón.
 
REFERENCIAS:

(1) Juan Martín de Pueyrredón: En esta instancia, solo adjuntaremos una breve referencia biográfica. El tomo 32 de la Gran Enciclopedia Universal, editada por Clarín, en su página 9.687, publica datos biográficos de Juan Martín de Pueyrredón, definiéndolo como militar y político argentino. Destaca textualmente, entre otros párrafos, que ‘Tras la Revolución de Mayo, fue gobernador intendente de Córdoba y actuó en el Ejército del Norte. Remplazó a Sarratea en el Primer Triunvirato (marzo-octubre de 1812) y fue confinado en San Luis, tras el derrocamiento del gobierno. Por sugerencia de San Martín, el Congreso de Tucumán, lo nombró Director Supremo en 1816.’

(3) Emeterio Pérez: Primer poeta puntano que publicara sus poemas en el libro ‘Penumbras’. Este fragmento nos habla de su sensibilidad literaria.    ‘¡Cuanta ventura para el alma encierra

                 Tras larga lucha con la suerte impía,

                  Volver a hallar en la nativa tierra

                  El objeto que fue de su alegría!’

Allí, en ese local de la calle Belgrano, denominado Liceo Artístico en honor de Hernández leyó Emeterio Pérez los endecasílabos de su poema .La libertad., celebrado y reproducido después en algún periódico porteño.

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